“Todo va a estar bien”, te dije con
una seguridad que me sorprendió mientras te abrazaba. Te soltaste al fin por
completo sobre mí y una tranquilidad invadió mi desconcertado ser fortaleciendo
ese aplomo que había salido a primer instinto. “Todo va estar bien” repetí una
y otra vez y cada vez lo creía más, sintiendo como por fin te dejabas ir por
completo en mi, sólo acertaba a estremecerme cuando colocaste tu cabeza en mi
hombro, Me olvidé de todo en se momento y sólo quería estar así por siempre, tu
así sin defensas por fin creyendo en mí, yo en mi eterno e inconsciente
optimismo, los dos en este abrazo de profundo y sencillo amor.
Los dos sabíamos nuestro pasado,
parte del cual habíamos compartido intensamente los últimos dos años, un
huracán de fiestas con fines de semana interminables, intercambio de cuerpos
sin nombre que usábamos cómplices para placer mutuo, un desenfreno de substancias
químicas y naturales para desbordar nuestros sentidos, absortos en este
hedonismo puro el cual compartimos desde el primer momento. Yo sabía que te
amaba desde la primera vez que te vi, me impactaba tu inteligencia y tu tomarte
todo tan en serio y al mismo tiempo esa sensación embriagante de no poder
esperar nada de ti, de llevar todo al borde, de estar en el límite de todo,
siempre con tanta pasión. No estaba seguro de que tu lo sintieras, pero yo
sabía que era amor y que nadie más podía llenar cada momento de mi vida con
tantas cosas fascinantes, a veces sentía que estábamos cruzando peligrosamente
un pantano pero tu pasión y mi optimismo me hacían pensar que siempre
llegaríamos a buen puerto, yo sabía que tu arrogancia y sentido de autosuficiencia
te hacían poner una barrera, nunca decías “Te quiero” y yo me guardaba para mi
las ganas de gritarlo, pero tus llamadas para despertarme para ir al trabajo,
tus visitas inesperadas en mi depa con cualquier pretexto, tu de repente
soltarme un beso a mitad de la calle me decían lo importante que yo era para
ti, lo veía en tus ojos y en tu sonrisa cuando me veías y lo sentía cuando
estábamos solos y sobrios besándonos de una forma que sentía que querías entrar
dentro de mi y quedarte ahí. A veces me dabas un poco de miedo pero no podía
apartarte de mí, muchas veces quise parar este frenesí de cuerpos y substancias
que hacías ver de lo más normal, pero no sin ti, finalmente yo también
disfrutaba la belleza y el placer y me volví adicto a la sensación de peligro,
sabía que no quería esto que vivíamos para el futuro, pero sabía que si te
quería a ti en él, nunca hablamos de algo entre nosotros pero sabía que no
podías estar sin mi así como yo sin ti, una locura indescriptible llenaba cada
momento que vivíamos y ya no podía imaginarme sin hacer la vida contigo.
Tanto exceso tenía que dejar huella
en tu cuerpo, yo empecé a conocer este mundo de luces nocturnas y excesos
constantes contigo, no es que haya sido una blanca paloma pero en mi pueblo no
había tantas opciones, tu ya llevabas un largo historial de fiestas y nombres
en tu lista antes y durante nuestra historia, recuerdo haberte sentido algo
raro esos dos últimos meses, la energía en el gimnasio te había bajado
considerablemente, me decías que era normal cuando se terminaba un ciclo de
roids pero yo me había puesto el mismo ciclo y seguía metiéndole durísimo,
recuerdo ese fin que no salimos por que me quería dar gripa y para el martes tu
estabas tumbado en cama con unas fiebres altísimas, me pediste que me quedara
contigo, recuerdo tus noches de pesadillas aferrado apretando mi brazo y entre
sueños decías “quédate, no me dejes”, a partir de esos días prácticamente viví
contigo, se me hacía raro que me pidieras que me quedara esa noche, todos los
días me lo pediste y yo encantado de estar contigo, después vinieron las
mañanas de diarrea inexplicable durante un par de semanas, te esforzabas por
tratar de seguir comiendo todo lo de la dieta y como no faltabas al gym aunque
a mitad de rutina te sentías rendido, no entendía bien qué pasaba pero intuía
que algo no estaba bien, otra vez mi, a veces tonto, optimismo y tu arrogante
empeño en mantener esa imagen de perfección, mi fascinación por que todos los
días me pidieras que me quedara contigo, mis ganas de amarte y de sentirte todo
mío me impedían cuestionarte y tomar cartas en el asunto.
Así llegó el día de la Fiesta
Blanca, estaba muy emocionado, no sé por que había dejado pasar tanto tiempo y
tantas cosas para pedirte esto que quería desde el primer momento que te vi,
recuerdo que hace dos años notaste mi existencia justo aquí en esta misma
fiesta, yo ya te había visto un par de veces antes quedando maravillado por tu
belleza y arrogancia y a partir de tu “hola” acompañado de una gran sonrisa
quedé fundido, tu mirada se conectó con la mía, te acercaste y platicamos un
par de tonterías y de la nada me besaste y esa noche no tuvimos ojos para nadie
más, bailamos abrazados, yo me sentía tan cómodo con el calor que despedía tu
cuerpo, tu no despegabas tu nariz de mi cuello haciéndome estremecer al sentir
tu aliento, parecía que nuestros cuerpos amoldaban perfectamente, terminamos
esa noche a las 3 de la tarde del día siguiente exhaustos, tomaste mi mano para
salir del after y yo te seguí sin hacer ninguna pregunta, tu casa estaba cerca
y caminamos hasta ella sin decir una palabra, así agarrados fuertemente de la
mano, nadie me había sujetado tan fuerte y menos me había llevado caminando así
por las calles del centro de la ciudad, creo que la gente nos veía no sé si por
nuestro aspecto desvelado o por ir de la mano pero yo sólo te contemplaba bajo
la intensidad del medio día, tu palidez del desvelo brillaba con el sol del
verano quitándote el halo de arrogancia, develando un vulnerable y hermosísimo
tu y de la nada esa felicidad inexplicable que siento cada que estoy contigo.
Lo tenía todo preparado, esas
semanas que prácticamente había vivido contigo me dieron el valor de lanzarme
al gran momento, por fin te diría tal cual: “Te Amo” y pedirte que viviéramos
juntos, hasta compré un anillo sencillo con mis ahorros y aunque no podía darme
los lujos que tu te dabas no tenía duda que te merecías eso y más, mi emoción
no me permitía ver lo desgastado que estabas o más bien trataba de desviar mi
atención de tu estado que me aterraba, no es que estuvieras del todo mal, pero
sentía que algo extraño estaba pasando y no quería atreverme a hacerte
preguntas ni siquiera hacérmelas a mi mismo, creo que en el fondo sabía la
respuesta y sabía que podía estar pronto como tu, obvio no quería que
estuvieras así, pero creía que si no pensaba en ello y si deseaba con todas mis
fuerzas que mis cuidados te hicieran sentir mejor, eso que me aterraba iba a
desaparecer. La noche de la fiesta blanca no tenías muchas ganas de salir, la
verdad es que no habías querido salir los últimos fines de semana, ya no te
habías sentido mal pero me dijiste que estabas cansado, siempre te emocionaba
mucho esta fiesta era el evento del año: 24 horas de beats y luces intensas, el
culmen del desenfreno, un mar de cuerpos sudorosos vestidos de blanco, que
conforme subía el calor de la noche se iban despojando de camisas para mostrar
el triunfo de la vanidad, la mayor concentración de músculos y esteroides por
metro cuadrado del país y sí, también un flujo interminable de substancias
químicas y naturales, prohibidas claro, para los gustos y ánimos de cualquier
junkie, la verdad es que para mi la fiesta era lo de menos, te pedí que nos
quedáramos en casa pero me dijiste: “estoy un poco cansado, pero no importa,
una tacha y me aliviano”.
Ya en la fiesta te vi más relajado
no dejabas de verme y por primera vez no buscabas otros cuerpos para compartir,
yo no paraba de hablar estaba nerviosísimo, tu mirada fija me ponía aún más
nervioso pero al mismo tiempo me hacía sentir único y me daba fuerza para
hacerlo, te lleve al centro de la pista, ahí donde nos habíamos visto la
primera vez, te regrese la mirada y me quedé viéndote un poco más delgado, un
poco más pálido pero inmensamente hermoso, creo que aún más que la primera vez
que te vi, tomé tu mano con la mía y con la otra busque en mi pantalón tu
anillo, lo puse en tu dedo y acercándome a tu oído te pedí que viviéramos
juntos, dijiste que sí, te abracé muy fuerte, más fuerte que nunca y sentí tus
brazos rodeándome, tu cuerpo ardía y hacía mi corazón arder y entonces sentí
que te dejabas caer sobre mi, sentí tu respiración agitada en mi cuello y te
sentía cada vez más pesado, te habías dejado caer por completo en mí, te sujete
aún más fuerte para que no te cayeras, las luces y la música dejaron de tener
sentido y solo escuchaba tu respiración y tu nombre que salía de mi boca, no
recibía respuesta alguna y un gran vacío invadió mi estómago, te saqué de la
pista así abrazándote y arrastrando tus pies, al salir de la pista te cargué en
brazos y corrí al auto, algunos amigos nos siguieron pero la verdad es que no
reparé en nada, sabía que algo estaba pasando y que tenía que actuar, te
acomodé en el asiento y encendí el auto, manejé rapidísimo, la ciudad a esas
horas vacías y mi pie en el acelerador me permitieron llegar al hospital en 5
minutos…
Despertaste cuatro días después en
terapia intensiva, había estado pegado a esa ventana viéndote, yo sabía que
ibas salir de esto y cuando te vi abrir los ojos no pude más que sonreír y
gritarte emocionado “todo va estar bien”. Quería buscar a las enfermeras o
algún doctor, pero no podía despegarme de ti, vi que también me sonreíste y me
derretí, quería romper la ventana y darte un beso eterno, después de un par de
horas una enfermera se apiadó de mi y me dejó entrar, te di un beso en la
frente tratándote de hacer sentir todo el amor del mundo. Ese mismo día te
pasaron a piso y otros cuatro días después te dieron de alta, Yo estaba
emocionadísimo iba a vivir contigo y con tu mamá que nos iba ayudar a cuidarte,
tus papas se habían hecho en estos largos días mis mejores amigos contándome
tantas cosas de ti, te veías algo débil pero contento, te traje tu sweater rojo
y tus jeans favoritos, te ayude a vestir y a peinarte mientras te decía
tonterías para hacerte reír, el doctor nos esperaba en su consultorio antes de
darte de alta, te lleve en la silla de ruedas haciendo ruidos de motor
rebasando enfermeras y doctores por los pasillos, llegamos con el doctor que
nos estaba esperando en la puerta con un rostro muy serio me dijo: “espérenos
afuera”, y tu dijiste que no importaba, y por primera vez me atreví a decir
“Soy su novio” tomaste mi mano y me hiciste pasar conmigo, el doctor hizo una
mueca de resignación, y empezó:
"Tu situación es digamos grave,
pero puedes salir de ella, el golpe de calor que te hizo perder la conciencia
fue por las drogas pero se vio agravado por una infección en tus ganglios
linfáticos y en tus pulmones que no sé por qué no habían mostrado síntomas
antes, te hemos hecho varios análisis y pues aquí están lo resultados”
Extendió tres sobres y los fuiste
abriendo, Pude ver como se descomponía tu rostro enflaqueciéndose y tus ojos
vidriándose con lágrimas contenidas al leer el primero de ellos, me pasaste la
hoja, y la leí con calma, otra vez sentí el gran hueco en el estómago que sentí
cuando te desvaneciste sobre mi, pero al mismo tiempo sentí algo inmenso en mi
pecho y de mi boca salió: “Todo va estar bien” mientras ponía mi mano en tu
hombro, el doctor te pidió los sobres y mencionó:
El hueco en el estómago se amplió,
el pánico estaba a punto de inundarme cuando escuche tu llanto y tu voz
diciendo: “no, tu no” lleno de tristeza : “no, tu no”, tu voz paró en seco mi
miedo, de repente otra vez el fuego en mi pecho y de mi boca un: “Todo va a
estar bien”, te abracé tratando de hacerte sentir esa certeza. “Todo va a estar
bien”, te dije con una seguridad que me sorprendió mientras te abrazaba. Te
soltaste al fin por completo sobre mí y una tranquilidad invadió mi
desconcertado ser fortaleciendo ese aplomo que había salido a primer instinto.
“Todo va estar bien” repetí una y otra vez y cada vez lo creía más, sintiendo
como por fin te dejabas ir por completo en mi, sólo acertaba a estremecerme
cuando colocaste tu cabeza en mi hombro, Me olvidé de todo en se momento y sólo
quería estar así por siempre, tu así sin defensas por fin creyendo en mí, yo en
mi eterno e inconsciente optimismo, los dos en este abrazo de profundo y
sencillo amor.
Dos pruebas Elisa y una más tres
meses después con el mismo resultado “No Reactivo”, estaba libre del virus,
“Todo va estar bien” es la idea que me invadía, no se a bien que significaba,
no es que pensarlo nos librara de contagiarme, no es que te librara de
enfermar, “Todo va a estar bien” se transformó en “Todo está bien”, no sé si
aun no comprendo lo grave de esta enfermedad pero “Todo está bien” porque estoy
contigo, acompañándote en tus miedos y en tu mal momento, cuidándote y
cuidándome día y noche, dándote ánimos para que recuperes tu ánimo arrogante,
sé que no te vas a dejar caer, sé que voy a estar contigo cuando otra vez estés
de pie. Todo está bien y tu en mis brazos, durante dos años nunca hablamos de
tu y yo ser algo, sólo lo fuimos, viviendo desquiciadamente pudimos encontrar
esta paz que sólo tú y yo sabemos entender, No sé si estoy loco por quedarme
aquí, pero finalmente entendí que no quiero hacer otra cosa en mi vida más que
amarte, no sé si yo podría estar en tu lugar, no sé que pasaría si las cosas
fueran al revés y sabes no me importa, no sé si tengo plena consciencia de lo
que esto significa ahora y lo que puede significar mañana, parece que tampoco
la tienes tu, pero estamos aquí los dos compartiendo nuestra vida y nuestro
momento, no me imagino mi vida sin ti y aquí estamos disfrutando “Todo va a
estar bien” “Todo está bien.
I finally realized I need to love, I need to love
you.